martes, 17 de julio de 2018
Karma: ¿Cómo comprender el alcance de nuestras acciones?
Todo lo que das vuelve a ti, así como todo lo que has sembrado deberás recogerlo más tarde o más temprano. La hora de la siega siempre llega, jamás se puede huir del momento indicado en que la vida nos entrega los frutos o nos hace recoger la cizaña, una por una. Como un juego en el que todo vale, esa desenfrenada apuesta puede volverse en nuestra contra. La vida suele ser un gran laberinto sin salida que conduce al mismo punto de partida, ese del que vienes huyendo, pues nadie escapa a ese destino del cual fue su propio arquitecto. Esto es lo que se conoce con el nombre de Karma.
Tendemos a perder la memoria cuando hacemos daño, casi como un ejercicio de negación hacia eso que nos molesta y que tratamos de esconder bajo la alfombra. La vida entonces, se encarga de hacernos saber donde estuvimos y lo que hicimos, las facturas nunca quedan debajo de la mesa y sentimos con más fuerza el retorno bumerang de lo que hicimos mal, que la moneda de cambio por lo que hicimos bien. Sucede que nuestra memoria selectiva no siempre nota el fruto de la buena cosecha, retiene mejor el golpe de las cuentas pendientes de pago.
¿Cómo definimos la palabra Karma?
Karma significa “hacer” Pues bien, en términos generales el Karma se trata de aquello que toma todo lo que tiene que ver con nuestras acciones físicas, mentales y también verbales. Dicho de otra manera, todo lo que hacemos, nuestras acciones, van quedando a nuestro alrededor, como un aura que llevamos acuestas. Lo preciso es que ello no vuelve sobre nosotros como hechos concretos, sino esa aura o energía que nos va rodeando, ya sea de origen positivo o negativo. Eso es lo que repercute en nosotros y que a la larga es lo que sentimos en mayor o en menor medida.
No sabemos lo que se siente, hasta que lo sufrimos en la propia carne. Sucede con todo en la vida. Cuando lastimamos a alguien, cuando no asumimos las responsabilidades de nuestros actos con entereza, cuando vivimos sin parámetros, sin límites, pretendemos alcanzar nuestro objetivo a como dé lugar, sin importarnos si destruimos por el camino, si humillamos o si herimos. Cuando vale todo para alcanzar nuestro propósito, después las consecuencias de nuestros actos vienen por si solas sobre nuestras cabezas. No importa el tiempo que pase, la vida regresa a ese punto de partida para cobramos todo lo que hicimos y solo allí, somos capaces de comprender el dolor que causamos.
En causa y efecto
Es por la ley de causa y efecto que entramos en materia de entender lo que nos pasa. Aprendemos del resultado de nuestras acciones, pues la causa de todos nuestros males es efecto de lo que hemos sido capaces de hacer. Todas las decisiones que tomamos en la vida tienen una inmediata consecuencia que puede ser positiva o negativa, según sea el caso. Si hemos decido algo a costa de otras vidas humanas, entonces el efecto de esa causa, no se hace esperar. Si, por ejemplo, para ascender en un puesto de trabajo, hemos pisoteado sin escrúpulos a terceros, si hemos mentido para perjudicarles, el día de mañana, cuando creamos que lo hemos logrado y que lo tenemos todo, aparecerá alguien que nos hará sufrir las consecuencias de eso que hicimos en el pasado. Todos alguna vez vivimos el anverso y el reverso de la misma historia.
No todo es negativo. También podemos halar del Karma positivo cuando hemos trabajado por lograr resultados favorables en algún proyecto colectivo, cuando damos todo por las personas que amamos, cuando ese pequeño grano de arena de lo que damos, es parte de la construcción de un mundo mejor, siempre el efecto que vendrá hacia nosotros algún día, será completamente positivo.
Dicen que, en este caso, lo notamos menos. Los seres humanos tenemos una percepción selectiva y tendemos a retener en la memoria solo aquello que nos ha causado dolor.
El Karma también construye
A través del Karma, somos quienes forjamos nuestro presente y futuro. El Karma nos permite moldearnos a lo largo de la vida. Somos como alfareros de nuestro propio destino. Nos construimos, nos fortalecemos. Pues todo lo que en este presente hemos sido capaces de escribir, en nuestro tiempo venidero será el resultado de lo vivido, de lo que estamos plasmando hoy. El hombre está hecho de sus propias circunstancias, elegimos quiénes queremos ser y cómo será el futuro que nos albergará más allá de las manecillas del reloj.
El Karma es, sin lugar a dudas, la siembra que recogemos, no hace falta esperar llegar al final del camino, todo lo que hacemos se nos cobra o se nos retribuye a lo largo de nuestra vida y en el momento menos pensado.
Todos los acontecimientos de nuestra vida parecen estar concatenados unos con otros. Todo tiene sentido si nos detenemos a pensar en las cosas que hicimos y en cómo nos encontramos hoy día. Todo parece tener un por qué y un para qué. Somos el resultado de nuestras acciones y llevamos la vida que decidimos llevar.
Como este poema de Amado Nervo, el Karma es como escogimos ser.
“Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas”.
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